Prisionero de sus pesadillas
— Siempre me pasa de la misma forma. Son tres pasos: sueño, pesadilla, parálisis. En ese orden, siempre. Un sueño normal como el que tienen todos, un viaje, una situación con algún amigo. Ese sueño siempre se convierte en pesadilla de un segundo al otro y cuando me despierto de esa pesadilla tengo una sensación de muerte que me recorre todo el cuerpo. Eran las seis de la tarde del sábado 23 de junio cuando Leonel Castro, de 27 años, con sus manos temblorosas como si estuviera en medio del frío y una angustia que había apagado la jovialidad de sus ojos marrones, puso en palabras el horror y la desesperación que sufre cada vez que experimenta un episodio de un fenómeno muy antiguo pero cuyo nombre es poco conocido, parálisis del sueño.
La parálisis del sueño es un trastorno que se produce en la transición entre el sueño y la vigilia, sea en el momento previo a conciliar el sueño o al despertar. Las personas que la padecen se encuentran en un estado consciente de inmovilidad involuntaria y también pueden experimentar alucinaciones y sentimientos de miedo y angustia.
Leonel y yo nos encontramos en el departamento ubicado en la localidad de Lomas del Mirador, en el partido de La Matanza, en la que él vive junto a su mamá Liliana y su hermano menor Leonidas. Después de subir dos antiguas escaleras de peldaños de granito, entramos a su casa y Lisa y Maggie, las cachorras de un pelaje negro profundo que la familia adoptó, nos recibieron con saltos y un desborde de alegría. Nuestra conversación tuvo lugar en el comedor de la vivienda, sentados en unas sillas blancas de plástico, alrededor de una pequeña mesa cubierta por un mantel primaveral.
— Esperá que si querés grabar, bajo el volumen, me comentó Leonel cuando tomó el control del televisor que durante todo nuestro encuentro estuvo detenido en el segmento de Los Simpsons que emite el canal Fox.
Leonel y yo habíamos hablado antes sobre sus episodios de parálisis del sueño. En 2017 Leonel estuvo todo el año sin conseguir trabajo y sufrió el que para él fue el más traumático de todos. La impotencia y la angustia por no tener trabajo transformaron el 2017 de Leonel en una pesadilla de 365 días. Durante todo el año, con mayor o menor frecuencia, los episodios de parálisis lo atormentaban todas las noches. Los terrores de sus despertares a medias siempre eran figuras negras, sin forma definida, que lo rodeaban o deambulaban por su habitación como almas en pena. Durante una noche de noviembre, marcada por un intenso calor, las siluetas tomaron un rostro.
Liliana, la mamá de Leonel, estuvo con nosotros durante una parte de la charla pero sentada en un rincón apartado, distraída con su celular. Antes de comenzar a contar lo que había ocurrido, Leonel miró a su madre con los ojos entrecerrados, con un gesto de desconfianza, pero al instante, su rostro cambió y la sonrisa propia de su personalidad extrovertida volvió a florecer. La mueca que le destinó a su mamá había sido un chiste que intentaba alivianar lo traumático del relato que vino después.
— Soñaba que me subía a un colectivo con alguien, no me acuerdo con quién, nos reíamos. Hasta ahí era un sueño normal pero después yo sentía que había alguien que me estaba observando. Era un policía que cuando me estaba por bajar se paró adelante mío y abrió su chaleco y me miró y me dijo vos no te vas a bajar de acá, ahí se convirtió en pesadilla. Me moví como un loco para despertarme y cuando lo hice yo la vi a mi mamá y sentí una paz absoluta porque me había escuchado. Pero cuando estaba aclarando la visión, me di cuenta que esa figura que estaba al lado mío no era mi mamá y que con sus brazos con los que me estaba abrazando empezó a intentar ahorcarme.
— ¿Y vos sentías físicamente el abrazo y que después te ahorcaba?, le pregunté a Leonel ante la impresión que me causaba su relato.
— Si, yo lo sentía en mi cuerpo, en mi cuello, y yo sin poder respirar me di cuenta de que ahí estaba empezando la parálisis.
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La génesis.
Un resumen histórico ubica el primer caso de un episodio de parálisis del sueño en 1664. El profesor de anatomía y medicina holandés, Van Isbrand Diemerbroeck expuso el caso de una mujer que, al momento de dormir, sintió que no podía moverse y una fuerte presión en el pecho, junto con alucinaciones visuales y auditivas que ella consideraba que eran demonios que intentaban dañarla.
A través de una entrevista escrita, la neuróloga especialista en medicina del sueño, Stella Maris Valiensi, me explicó que la parálisis del sueño es más frecuente en la gente joven y que las principales causas de estos episodios son los malos hábitos del sueño, el estrés, trastornos de ansiedad, el consumo excesivo de alcohol y otras sustancias que puedan afectar el descanso.
— ¿Quienes pueden padecer parálisis del sueño y con qué frecuencia se producen estos episodios?
—Todas las personas están expuestas a experimentar un episodio de parálisis del sueño, puede ser una o varias veces en la vida aunque tiende a disminuir con el transcurso de los años.
Las alucinaciones pueden tener vínculo con otras patologías como la narcolepsia o cuadros psicóticos, aunque las personas sanas que padecen parálisis del sueño también pueden sufrir estas visiones realistas y aterradoras por otros motivos como ansiedad, intoxicación o depresión.
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El segundo encuentro que tuvimos con Leonel fue el lunes 2 de julio, a las diez de la mañana nos reunimos en su casa y de nuevo, sentados alrededor de su pequeña mesa cubierta por el mantel primaveral, con el televisor apagado, y mientras bebíamos unas tazas de café para intentar apaciguar el frío que producían los seis grados de sensación térmica que azotaban a Buenos Aires, Leonel hizo un viaje en el tiempo, y buscó en su mente el día que tuvo su primera experiencia de parálisis.
—Fue hace dos años y medio, yo me había separado hace muy poquito. Estaba super estresado y mi sueño había cambiado muchísimo. Yo vivía en Caballito y era a la tarde, me acosté a dormir la siesta en el sillón que teníamos en el comedor y a los quince minutos me desperté y me vi a mí mismo de chiquito y a alguien más que no conocía. Después me di cuenta que era yo pero de muy grande, estaban uno frente del otro y yo estaba acostado y no podía moverme, tenía la sensación de que me estaba muriendo. Esas personas se ponían a caminar, una hacia la otra.
Buscar ese momento entre los rincones de su memoria afectaba mucho a Leonel, al punto de que me hizo un gesto con la mano para que lo esperara y de pronto su respiración comenzó a ser entrecortada y le temblaban las piernas, como si el frío del exterior se hubiese colado dentro de su casa.
—Yo tenía la sensación de que me estaba por morir, cuando estas personas llegaron a encontrarse, logré por primera vez mover los brazos y me empecé a agarrar del cuello con las manos, porque sentía que me estaba muriendo y cuando logré volver a respirar me puse a llorar porque no sabía lo que me había pasado.
…
Vencer el terror.
La parálisis del sueño no es algo que tenga una cura concreta, desde la psicología, la psiquiatría y la neurología el tratamiento se basa en ayudar a la persona que la padece a mejorar sus hábitos de sueño, a reducir el estrés y a aprender a mantener la calma cuando alguno de estos episodios ataca.
Durante abril y mayo de este año, Leonel comenzó a trabajar en una concesionaria de Fiat en la localidad de Munro. Se sentía más tranquilo y había logrado dormir más temprano y mejor, las parálisis poco a poco parecían haber decidido abandonarlo, pero hace poco más de un mes, en su trabajo le dijeron que no iban a necesitarlo más y entonces volvió la angustia, el estrés y sus parálisis, igual de terroríficas pero con la particularidad de parecer eternas, como si el reloj se detuviera en el instante en que se despierta y sus pesadillas conscientes lo hacen protagonista de una película de terror. Nunca acudió a un especialista porque intenta buscar técnicas y formas más naturales de sobrellevar el miedo que lo acecha cuando tiene un episodio de parálisis. Colocar una botella con agua para beber sobre la mesita que tiene al costado de su cama de dos plazas, o dar vuelta la almohada del lado frío lo ayudan a conciliar el sueño después de alguna experiencia, y ahora, gracias a ese poder casi mágico que tienen los animales, sus cachorras Lisa y Maggie duermen con él, se acuestan a su lado como si de alguna forma pensaran que esas sombras negras, sin forma y aterradoras no se van a atrever a venir a buscarlo porque él hora tiene a sus ángeles protectores.